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Rafael Obregón
Loría
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Rafael Obregón Loría se propuso
enaltecer a la patria, su hogar. Creía en la Costa Rica que le legaron sus
padres, en sus posibilidades, en su gente. Y por eso, se dio a la tarea de
quitar el polvo, ordenar los enseres, catalogar trastos y muebles. Conocer la
casa, finalmente, y de ella hacer un relato. Hacer historia, entonces, que
volviera más habitable ese hogar para quienes vinieran después.
Lo suyo fue una labor de hormiga, de
laborar poco a poco para acabar haciendo mucho. A su labor prolongada y
tesonera se debió, en gran parte, el que la historia costarricense, la
historia como ciencia social, ocupe un lugar privilegiado en el ámbito
continental y sea, sin duda, la más robusta del istmo. Pese a que antes de la
fundación de la Universidad de Costa Rica el país contó con historiadores de
la importancia y el empeño de Hernán G. Peralta y Luis Felipe González
Flores, es a partir del nacimiento de esta casa de enseñanza que se contó con
un aparato institucional propiciador del enriquecimiento de la memoria
patria.
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Fueron indispensables tres pasos, y
en ellos don Rafael tuvo un papel crucial: primero, en la organización del
departamento y después Escuela de Historia, de las cuales fue director y
subdirector; después, en la llegada al país de profesores como Ciro F.
Cardoso y Héctor Pérez Brignoli; y finalmente, en la gestión de becas para
que los jóvenes historiadores partieran a estudiar a Europa o Norteamérica.
Por otra parte, en tanto creador, la
herencia de Obregón a la historiografía costarricense es inmensa. Baste citar
el recuento que hizo su discípulo y amigo Leonardo Mata: sin contar sus
artículos en revistas especializadas, sin contar los textos mimeografiados
que preparó para sus estudiantes y lo escrito para la prensa costarricense, y
reduciendo el repaso a los libros publicados, a don Rafael Obregón le debemos
9.000 páginas de investigación histórica.
En casi todas, además, se daban las
primeras luces sobre algún tema: la masonería en Costa Rica, de la cual ha
sido el principal investigador y que evidencia su concepción del mundo; la
gesta de 1856, a la cual dedicó tres libros; las instituciones republicanas
durante el siglo XIX, en su serie De
nuestra historia patria; el recuento de los hechos militares y políticos
hasta la primera mitad del XX; las instituciones universitarias; las
genealogías alajuelenses.
Don Rafael nació el 9 de julio de
1911; su padre fue Miguel Obregón Lizano, promotor de las bibliotecas
nacionales y benemérito de la patria, y su madre Clotilde Loría. En un hogar
en el cual se privilegiaban los libros y el estudio, el joven Rafael entró en
contacto con casi todas las ramas del saber y, al concluir la secundaria,
empezó a impartir lecciones de cosmografía, matemáticas, geografía e historia
en distintos colegios.
En 1946 se incorporó a la Universidad
de Costa Rica, después de permanecer tres años en Canadá como profesor de
secundaria. En la universidad cumple con tareas administrativas e imparte,
durante más de 30 años, la cátedra de Historia Republicana; eran sus
lecciones verdaderas tertulias en las cuales se conjugaba el dato frío con la
contextualización erudita.
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Incansable, impartió lecciones hasta
después de los setenta años y a su muerte quedó pendiente la publicación del
sétimo volumen de su Familias
alajuelenses en los Libros Parroquiales, investigación para la cual pasó
quince años escarbando en archivos. Esta obra mostró como fue don Rafael:
prolífico merced a su dedicación, estricto en la búsqueda y ameno en la
exposición. Falleció el 25 de abril de 2000.
"Es necesario que nuestros jóvenes,
en cuyas manos estarán mañana los destinos de la nación, tengan grandes
modelos en que inspirarse. Es necesario volver los ojos hacia nuestros
próceres para que Costa Rica reanude su marcha ascendente por el camino
luminoso que ellos le trazaron"
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Capítulo IX
4.- El
miércoles 3 de diciembre de 1856, a las ocho de la mañana, salió de San

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