Miguel Ángel Quesada Pacheco, Premio Magón 2014: “A los costarricenses nos gusta la forma de hablar de los demás, pero no la nuestra”
San José, 25 de mayo de 2015. La misa había concluido y la noche se había posado en la zona de Boruca, una región indígena ubicada en Buenos Aires, en la provincia de Puntarenas.
Un joven de unos 35 años había participado de aquella eucaristía, y al salir de ella, pudo observar a lo lejos a tres mujeres indígenas que iban conversando mientras caminaban por los trillos de la comunidad. Cuidadosamente, se acercó a ellas, como ocultándose en la oscuridad de la noche, y les preguntó en lengua boruca: Yaí bin degrá? -¿Para dónde van?-. Una de ellas, sin percatarse quién se había atrevido a interrumpir su diálogo, respondió en la misma lengua: Avr úta -[Vamos] para mi casa-.
Pasaron unos segundos, hasta que una de las señoras se volteó y observó a aquel joven de piel blanca, que no encajaba con el patrón de piel oscura de los habitantes de Boruca. Entonces preguntó en español: “¿Y usted cómo sabe ‘la idioma’?”. El joven contestó con cierto tono bromista, “¡Ah no, señora! Yo más o menos digo algo; pero lo que no sé, lo invento”. La mujer boruca no entendió aquel chiste del hombre blanco y enfáticamente le respondió: “¡Usted no debe inventar nuestra idioma! Tiene que hablarla correctamente”.
Aquellas palabras marcaron al lingüista para siempre en aquella comunidad, ya que cada vez que volvía al pueblo a realizar sus investigaciones, los miembros de la comunidad se decían entre sí: “Allá viene el blanco que inventa nuestra idioma”. Fue entonces cuando el joven investigador Miguel Ángel Quesada Pacheco finalmente entendió que el humor cambia dependiendo de las culturas. “Lo que para nosotros es un chiste, como el hecho de decir ‘yo lo que no sé, lo invento’, la señora boruca no lo captó para nada como un chiste y lo tomó literalmente al pie de la letra”, afirmó el lingüista.
Desde temprana edad, Miguel Ángel aprovechaba que su papá había aprendido a hablar en inglés mientras trabajaba en la Zona del Canal, allá por los años cuarenta. Entonces, se sentaba al lado de su padre en los ratos libres para preguntarle cómo se dice “casa” en inglés, cómo se dice esto y cómo se dice aquello otro. En muchas ocasiones se llenaba de furia cuando su papá no sabía las respuestas y pensaba “¿Pero cómo, si es mi papá, no va a saber?”. “Era la época en que todos vemos a nuestros padres como a un dios”, explicó el lingüista, ahora con 60 años de edad.
Podría haber sido desde la edad de 4 años cuando Miguel Ángel desarrolló su gusto por la lingüística, porque desde aquel entonces le gustaban los idiomas en cantidad. Precisamente, en una ocasión, a sus 6 años de edad, lo llevaron a Sarapiquí. Montados en la cazadora, Miguel Ángel viajaba al lado de una señora. Él la escuchó con mucha atención, porque notaba algo raro en su manera de expresarse y entonces le preguntó: “¿Usted habla inglés?”, a lo que la señora, con mucha risa, respondió: “¡Ay no mi hijito, si yo soy de Nicaragua!”. Resultó que la señora era nicaragüense, y Miguel Ángel percibió su manera distinta de hablar; “uno desde chiquillo distingue exactamente quién habla como uno, y quien habla de manera diferente”, expresó.
Las calles de Paso Ancho lo vieron crecer; el sexto de 10 hermanos, de los cuales, dos más son lingüistas: su hermano mayor, Jorge Arturo, que estudia el análisis del discurso, y su hermano menor -el “urás” de la casa, para ponerlo en lengua huetar-, Juan Diego, que también se dedica al estudio de las lenguas indígenas.
Recientemente, en enero 2015, el Ministerio de Cultura y Juventud anunció los galardonados a los Premios Nacionales de Cultura 2014, entre los cuales figuraba su nombre, como acreedor al Premio Nacional de Cultura “Magón”, el máximo reconocimiento dedicado a la obra de toda una vida, en el campo de la creación y la investigación.
Miguel Ángel, para esas fechas, se encontraba en Panamá, realizando entrevistas lingüísticas en la Península de Azuero. Precisamente aquella mañana, trabajó recogiendo datos en un pueblito, y cuando regresó al hotel le dijeron sus hermanos: “¡Felicidades, ganaste el Magón!”.
Su primera reacción fue decir: “¡Ah jetas! No estamos en 28 de diciembre”. Miguel Ángel pensó que como el 28 de diciembre, día de los inocentes, había pasado hacía pocos días, se trataba de una broma. “En eso salió mi mamá y me felicitó, por lo que pensé que si mi mamá me felicitaba, es porque efectivamente era cierta la noticia del premio”.
En sus adentros, Miguel Ángel pensaba que el Premio Magón, primero que todo, se otorgaba a personas de más edad, porque consideraba que los galardonados superaban los 70 u 80 años; por otro lado pensó: “si Magón estuviera vivo, no creo que me lo hubiera dado”, esto porque siempre había sido muy crítico sobre la manera de escribir de Manuel González Zeledón con respecto al habla del campesino costarricense, en la que el lingüista identifica cierta burla; al igual que lo hace con los escritos de Aquileo Echeverría.
A pesar de su arduo trabajo por décadas, Miguel Ángel reconoce que, a diferencia de los demás Premios Nacionales, en que se premia la labor personal en manifestaciones artísticas como la poesía, la música, las artes y la literatura, entre otras categorías, en su caso no era así, porque lo que ha hecho en sus trabajos de campo es mediar y transmitir la palabra escrita de lo que dice la gente a través de sus entrevistas.
“Al lado mío hay muchas personas que han colaborado increíblemente cuando trabajo con el español costarricense, o con los rasgos de otros idiomas para darlos a conocer. Por lo tanto, no podría decir que me haya ganado algo por mi propia cuenta, así porque así”, explicó el lingüista, quien además afirmó que si la gente no hubiera querido participar en sus investigaciones, no habría podido hacer nada. “Absolutamente nada; eso lo tengo muy, muy presente”, agregó.
Contrario a esto, Miguel Ángel es enfático al asegurar que en su trabajo de campo siempre ha recibido la generosidad y la amabilidad de la gente, que lo ha recibido con cordialidad cuando llega a pedirles una entrevista. “Sin conocerme, me atienden, me alojan, me alimentan. Y ese es un detalle difícil de olvidar”, explicó Quesada.
En palabras suyas, la lingüística le sirve a cualquier persona para entender que la forma en la que se habla, es una de las mil maneras que existen de expresar el mundo y además, que hay montones, cientos, por no decir miles, de maneras de expresar el mundo, desde otras perspectivas insospechadas para nosotros. “La lingüística está colaborando montones a que la gente entienda que hay diferentes maneras de expresar la realidad y que todas están bien expresadas”, indicó el ahora Magón.
“La lengua se puede ver desde diferentes perspectivas. Desde la perspectiva social correctiva, estableceremos que existe una manera correcta y una manera incorrecta de hablar; pero desde la perspectiva científica, no puede uno jamás decir que haya una lengua mejor que otra; eso sería como que si un botánico dijera que una planta es mejor que la otra”, adujo Quesada.
Según explicó, la lingüística ha colaborado muchísimo en hacerle entender a la gente que cualquier manifestación es válida, porque sirve para la comunicación. El lingüista amplía sus palabras al explicar que “Si yo digo ‘acuantá vide una chirrascuasa que salió juyendo’, es tan válido como decir ‘hace un rato vi una gallina de monte que echó a correr’. ¿Qué es lo que pasa con este ejemplo?, que el primer registro pertenece al código rural; el segundo al código urbano. El primero, al código hablado; el segundo, a un código escrito. El primero, a un código informal; el segundo, a un código más formal. En resumen, cualquier cristiano está en capacidad de entender que la lengua cambia según la situación social”.
Otro ejemplo de esto sería cuando un chiquito dice que le duele la “jupa” o la “panza”. “A ese chiquito, cuando vaya a escribir, nunca se le va a pedir escribir así, porque aprende que es “cabeza” la palabra formal. Entonces, estamos ante diferentes maneras de manejar de nuestra lengua, las cuales simplemente se acomodan a cada momento o situación. Lastimosamente, los profesores de español no nos han enseñado a valorar la lengua en este sentido, y nos dicen: ‘usted habla mal porque dijo ‘acuantá’, sin indicarnos que cualquier código es válido según la situación”, indicó Quesada.
Por otra parte, el lingüista afirmó que “es interesante que en muchos círculos sociales, el pachuco tiene mayor aceptación que la persona de habla rural. Usted escucha ‘mae’, ‘tuanis’, ‘la vara’, y la gente goza y vacila con eso, y todo. En cambio, si alguien habla un poquito rural, es un polo. Estas son valoraciones de la sociedad que además son discriminatorias, porque se está juzgando la actitud de una persona, debido a su manera de hablar, y la manera de hablar es una forma de expresarse y punto”.
Quesada es contundente al afirmar que “solo los gatos maúllan y las vacas mugen de la misma manera en todo el mundo; los seres humanos no, nosotros variamos la lengua a cada momento, en cada lugar. El hecho de que los cubanos aspiren la letra “s” y los costarricenses arrastremos el grupo “tr”, no significa que estemos hablando mal; es nuestra forma de hablar”.
¿Nos sentimos orgullosos los ticos de nuestra forma de hablar? Quesada afirma que los ticos tenemos una muy baja autoestima respecto a nuestra manera de hablar. “Note usted que alguien que se va, del país, muchas veces regresa hablando de ‘tú’; o si andaba viajando por Estados Unidos, viene con una erre, así medio gringa; a pesar de que nosotros decimos ‘carro’ y ‘carreta’ con una “erre” retrofleja, la erre nuestra es diferente a la gringa. Cualquier oído tico distingue la erre nuestra de la erre gringa”.
Afirma el lingüista que el tico tiene una baja autoestima lingüística por la forma en que hablamos los costarricenses; “nos gusta la forma de hablar de los demás, pero no la nuestra”. Sin embargo, Quesada reconoce que esta situación ha cambiado mucho en los últimos años, “ya hay ticos que se sienten más orgullosos de la manera en que hablamos, véalo usted en la cantidad de anuncios que están escritos en ‘vos’; antes dominaba ‘usted’ o ‘tú’. Yo veo montones de anuncios con ‘voseo’, lo que implica que ha habido una especie de revalorización de nuestra forma de hablar”.
“El español que hablamos responde a nuestra realidad, así de simple”, explicó el lingüista. Además, afirmó que en Costa Rica hemos sido muy creativos en desarrollar palabras para cultivos que aquí no existían durante la Colonia, como el caso del café. “A pesar de eso, el café, con todo y que ha sido el producto nacional de mayor exportación desde el siglo XIX, no ha desarrollado significados metafóricos, como ha sucedido con el léxico del automóvil; por ejemplo: ‘estoy enclochado’, ‘este es un modelo descontinuado’, ‘me van a ver la carrocería’; en cambio, con el café no pasó eso. Todo ese montón de palabras que desarrolló el Valle Central para el cultivo del café, quedaron únicamente para el café”.
Otra de las preocupaciones de Quesada, que han llamado su atención, es que la baja estima del tico por su manera de hablar es reflejo de la educación purista y descriptivista, en donde se enseña que se debe decir esto, no esto otro. “Una vez, hace veinte años, en una reunión en un pueblo, se le preguntó a una señora qué opinaba del tema en cuestión y ella respondió: ‘¡Ay no! Que hable otro porque yo no sé hablar’. Es decir, la baja autoestima llegó a tal nivel, que la gente prácticamente no hablaba, porque según ellos hablaban mal; y hacer creer eso es un error muy grave en el sistema educativo, porque, entre otras cosas, va en detrimento de la democracia. ¿Cómo quieren que la gente se exprese si no se les enseña a valorar su forma de expresarse?”, se pregunta Quesada.
¿Cómo se estudia una lengua extinta, como el caso del huetar?
Cuestionario en mano, Quesada viajaba a las comunidades de origen huetar, donde llevaba muchas preguntas con respecto a la vida cultural y material. Cuanto menos contacto hubieran tenido las personas con la escritura, más contento se ponía, porque entonces el mensaje transmitido era más auténtico. Se metía a todos los rincones a entrevistar a la gente, especialmente a las personas mayores y que fueran originarios de la cultura huetar, por supuesto.
“Les pedía que me dijeran nombres de hormigas, de árboles, de matas, de frutas; o si no, en ocasiones nos íbamos a la montaña, y les preguntaba: ¿cómo le llaman a este palo? ¿cómo le llaman a esto, cómo le llaman a esto otro?. Así recogí miles de palabras, las cuales debían ser sometidas a criterios científicos, bastante rigurosos”, explicó.
Una vez superada esta etapa, se empieza con el criterio fonético, basado en estudios previos de Quesada con nombres huetares del siglo XVI y XVII, de los cuales detectaba qué sonidos podían estar en la lengua, como la “rr” y la “ch”. Bajo esos criterios, ante una palabra similar a “marimba”, este lingüista jamás hubiera pensado que fuera un término huetar, porque la “m” no es un sonido que parece haber sido muy frecuente en esa lengua, según sus investigaciones. Después de ese proceso, viene la aplicación del criterio regional, lo que implica que si una de las palabras identificadas aparecía en un diccionario de panameñismos o colombianismos, la palabra iba para afuera. Por último, aplicaba Quesada el criterio etnográfico, con base en palabras que estaban estrictamente ligadas a la cultura huetar; así logró identificar cerca de 250 palabras.
Premio a la trayectoria. El próximo miércoles 27 de abril, a las 7 p.m., el Teatro Nacional será el escenario donde Miguel Ángel Quesada Pacheco recibirá la estatuilla del Premio Nacional de Cultura Magón. El jurado expresó que el reconocimiento a Quesada se da porque “la constante investigación llevada a cabo durante décadas por el doctor Quesada Pacheco es una muestra patente de su interés por rescatar y visibilizar una de las manifestaciones culturales más importantes de un pueblo, su acervo lingüístico”. Además, reconocieron los señores jurados que el doctor Quesada Pacheco “es un justo merecedor de este gran premio, el cual llamará la atención sobre la importancia y el impacto que sus investigaciones tienen para la cultura costarricense”.
A pesar de que Quesada actualmente no radica en Costa Rica, reconoce estar bastante positivo respecto al rumbo que toma el país. “Creo que estamos abriéndonos camino. Somos muy críticos y eso nos sirve de mucho. Vivo en Noruega, que tiene muchas cosas materiales resueltas, así como una muy alta estima de sus habitantes por su propio país, pero que, al contrario de los ticos, no son muy dados a la crítica, y más bien aceptan con lealtad lo que dicten sus gobernantes.”
“Tenemos ejemplos amplios de lo que es la corrupción. En Costa Rica, cuando se destapa algo que no está bien, nos volvemos muy críticos. Pero desgraciadamente muchas veces no apreciamos los logros que hemos hecho, como el Seguro Social. ¿El desempleo?, sí, cerca del 10 por ciento; pero España está mucho peor. Por otra parte, la educación también es un gran logro nuestro”, expresó el lingüista.
“A pesar de nuestra pobreza, Costa Rica sigue avante”, concluyó el antes vecino de Paso Ancho, quien actualmente visita el país con el propósito de estar presente en la entrega de los Premios Nacionales 2014.
Fotos: Miguel Ángel Quesada Pacheco en su trabajo de campo con indígenas costarricenses. Foto: MAQP.
Producción - Oficina de Prensa MCJ / Consecutivo 212 / FEM / 25-05-2015