Walter Ferguson: referente de la cultura afro de la Costa Rica multiétnica y pluricultural
- Calypsonian reconocido con el Premio Nacional al Patrimonio Cultural Inmaterial Emilia Prieto 2017, por su labor de toda una vida
San José, 19 de abril de 2018. Cuando era tan solo un niño y escuchaba cantar calipsos, se asomaba cuidadosamente, hacia afuera de su casa, a mirar y a poner mucha atención. En aquel entonces, sin televisores ni radios, los vecinos de Cahuita salían a reunirse las noches de luna llena; formaban círculos, cantaban y bailaban como una gran familia.
Aquel pequeño curioso era Walter Gavitt Ferguson Byfield, quien hoy, a su 98 años de edad sigue siendo conocido como “El Rey del Calipso”, nombre que le pusieron sus vecinos cahuiteños en razón de que nadie conseguía ganarle en las competiciones musicales que armaban los calypsonians de la época. Su trayectoria musical le hizo merecedor del Premio Nacional al Patrimonio Cultural Inmaterial Emilia Prieto 2017, reconocimiento que otorga el Gobierno de la República, a través del Ministerio de Cultura y Juventud.
En palabras de propio King Calypsonian, el calipsero “es el que compone y canta calipsos; un ritmo muy caribeño que se está perdiendo en la actualidad”.
El gusto por la música en Ferguson despertó siendo apenas un niño y sin que nadie le enseñara. Fue así como poco a poco aprendió a tocar dulzaina; posteriormente ukelele, un instrumento musical de cuerdas parecido a la guitarra, pero de menor tamaño; mucho más adelante, guitarra; luego tumba, clarinete y hasta se caracterizaba en el pueblo por ser un experto silbando.
En una entrevista en 2006, para el libro Walter Ferguson: “El Rey del calipso”, escrito por Françoise Kühn de Anta, Ferguson explicó que su madre le contaba que antes de tener él seis años de edad, en cuanto escuchaba cantar a alguien, él cantaba. Su madre también cantaba mucho en la casa y siempre le repetía que de mayor, él llegaría a ser un muy buen músico y que no tendría que ir a trabajar nunca en la finca.
No se equivocó su madre en que Ferguson llegaría a ser un gran músico calypsonian; sin embargo, falló en predecir que no tendría que trabajar en la finca, actividad que el músico realizó paralelamente por décadas, con mucho esfuerzo en una propiedad de su familia, en su amada Cahuita; allí cultivó banano, cacao, madera, nuez moscada, jengibre, aguacates, naranjas y sábila; aunque también para consumo propio producía frijoles, maíz y piña en cantidades pequeñas.
Sus experiencias en la finca, el diario vivir, los problemas y alegrías del limonense, el respeto y el amor a Dios, entre muchos otros temas más, figuran en sus composiciones. Precisamente, su primer calipso lo compuso cuando tenía más de 20 años y se llamó “A sailing boat”; antes de eso, cantaba obras de otros compositores.
Con el paso del tiempo y la práctica, llegó a componer hasta dos, e incluso tres, calipsos en un mismo día; sin embargo, de la gran mayoría no se tienen registros, porque en aquellos tiempos no existía grabadora y nunca los escribió en papel. Justamente, en 2006, para la publicación de Kühn de Anta, se lograron registrar 66 letras de calipsos de Ferguson.
“One Pant Man”, “Callalloo”, “Black Man Food”, “Cabin in the Water”, “Cahuita is a Beautiful Place” y “G-O-O-D”, son solo algunos de sus calipsos más conocidos. Según cálculos de Ferguson, en promedio ha compuesto más de 150 calipsos en su vida.
La música calipso surgió en la isla de Trinidad y llegó a Costa Rica con los inmigrantes jamaiquinos a finales del siglo XIX y se arraigó, con características propias, en los sectores populares de esa población afrodescendiente.
Según lo establece el decreto que lo declara como destacada expresión del patrimonio cultural inmaterial afrodescendiente de Costa Rica, el Calipso es considerado por la población negra de la provincia de Limón como auténtica expresión musical de su etnia y parte esencial de su identidad cultural, porque presenta características específicas en la interpretación musical, la construcción de sus letras, temáticas, contenidos, rasgos y giros melódicos, así como en su ejecución vocal e instrumental.
Precisamente, liderados por el King Calypsonian Walter Ferguson, existió en Cahuita una agrupación en los sesentas que se denominó “Los Miserables”, que tocaba en bailes los sábados por la noche. Interpretaban swing, bolero, cuadrilla, rumba, pero especialmente el Calipso. Pese a su éxito, aquella agrupación terminaría sus días a raíz de una discusión, que coincidió con la decisión de Ferguson de dejar de cantar en público, al bautizarse Testigo de Jehová, en 1970.
Posterior a esa época, el músico siguió cantando en casa, en reuniones familiares y en la finca mientras trabajaba. Más adelante, y aún al haberse alejado de los escenarios, vino la producción de algunos álbumes discográficos, los cuales fueron grabados en habitaciones acondicionadas con colchones y alfombras, para captar fielmente la voz y las melodías de Ferguson; eso sí, sin salir nunca de Cahuita.
Fue así como surgió “Mr. Gavitt: Calypsos of Costa Rica”, su primera producción que estuvo a cargo de Smithsonian Folkways Recordings, en 1982, el cual no se promocionó en Costa Rica; posteriormente, en 1986, el Ministerio de Cultura y Juventud editó un disco titulado “Calipsos del Caribe de Costa Rica: Walter Gavitt Ferguson”, en 1986. Más adelante, en 2003 se realizó la producción “Babylon” y en 2004 llegó “Dr. Bombodee”, ambas con el sello de Papaya Music, las cuales se pueden escuchar en la plataforma de música Spotify.
King Calypsonian Premio Nacional 2017
Luis Guillermo Solís Rivera, Presidente de la República, durante su visita a la casas de habitación de Ferguson, donde le entregó un reconocimiento por su aporte a la cultura costarricense. Foto Casa Presidencial.
A pocos metros de la entrada al Parque Nacional Cahuita, se ubica la vivienda de Walter Ferguson, donde actualmente vive sus días de descanso al lado de sus hijas, hijos y nietos, que no son pocos. El músico asegura que esta etapa de su vida lo entristece bastante, debido a su pérdida de visión y audición, a pesar de que aún con esas deficiencias, su vida transcurre con normalidad, bajo el cuidado de sus hijas, quienes se alternan entre los cuidados de su padre y de su negocio familiar.
Conocido como “Sol y Mar”, el negocio familiar de los Ferguson inició como una pequeña venta de comidas, impulsada por la buena cuchara de la suegra del calypsonian, en tiempos previos a la apertura del Parque Nacional. Aquel negocio creció para convertirse en un pequeño restaurante, una tienda de suvenires y un modesto hotel que frecuentemente recibe visitantes que llegan al pueblo a disfrutar las maravillas naturales de Cahuita y sus alrededores.
Al lado de “Sol y Mar” se ubica la casa del calypsonian. Es allí, en la sala de su vivienda, donde el Calypsonian pasa ahora la mayor parte del tiempo, rodeado de sus recuerdos de músico, que saltan a la vista en cada rincón, y acompañado por su música o por la programación de su siempre fiel, Radio Casino. Ahí mismo, en ese sofá color rojizo que lo acompaña todo el día, ha recibido al actual Presidente de la República, Luis Guillermo Solís, a ministros de Cultura, a la Defensora de los Habitantes, a músicos de Cahuita, a vecinos, turistas, periodistas y hasta a curiosos que se acercan a conocer al King Calypsonian.
Ferguson reconoce que hoy día, su español ya no es tan fluido como antes, por lo que prefiere conversar en inglés criollo. Recuerda que “desde que era muy pequeño, pequeñito, mi mamá cantaba mucho y a mí me gustaba estar a la par de ella oyéndola; ella era Testigo de Jehová, y siempre pasaba cantando; entonces, como me gustaba tanto su manera de cantar, también yo empecé a cantar de pequeño y de ahí, seguí cantando. Luego aprendí a tocar una armónica, y así empecé en la música”.
“Desde que era pequeño, todos los cahuiteños me querían mucho, ellos me llamaban calypsonian. Como nosotros no estamos muy lejos de Limón, muchos de los limonenses también me conocen y me tratan como un gran calypsonian, me dicen el Rey del Calipso”, afirmó el músico, que además explicó que en aquel entonces, los mayores hablaban y decían: “ese muchachito va a ser un buen músico”, al igual que lo decía su madre.
Ferguson explicó que en su infancia “aquí en este mismo lugar, los muchachos de Cahuita, en la noche cuando venían del trabajo, con su guitarra y tal vez un tamborcito, cantaban Calipso. A mí me gustaba mucho oírlos a ellos, entonces como tenía buen amor por el Calipso, empecé a cantarlo y todos me llamaban y me decían ‘¡Cántame ese Calipso!’ y así fue surgiendo la cosa”.
Al preguntarle al músico por la transmisión del Calipso a nuevos exponentes, Ferguson asegura que reconoce la labor de Danny Williams y Kawe Calypso; además afirma que Limón perdió a un exponente aún más importante que él mismo, se trata de Roberto Kirlew, conocido como Buda, quien falleció en 1994 a los 42 años de edad.
“Se sabe que todavía hay nuevos compositores de Calypso. Hay muchos de afuera que vienen aquí, hablan de mi Calipso y compran mis casetes. Todas las personas que vienen a mí quieren apoyarme para seguir y ayudar a otros. Algunos me preguntan si estoy ayudando a nuevos músicos, y les digo que si ellos vienen yo los puedo ayudar. Pero ahora, como ya estoy ciego, no puedo ni tocar la guitarra. La que tenía se la regalé a mi nieto porque mi mano izquierda no me deja tocar nada”, aseveró el reconocido cahuiteño.
Al consultarle sobre la diferencia que identifica en la juventud actual, y la de sus tiempos como músico, afirma que “cuando era pequeño, nosotros teníamos respeto por los mayores; ahora los pequeños no tienen respeto y eso es una gran diferencia”.
Doreen Ferguson, la menor de todos sus hijos, afirma que el reconocimiento de su padre le resultó algo inesperado: “Me asusto de ver la fama que ha conseguido, porque él cantaba y componía su música simplemente porque esa era su pasión, pero al grado que llegó, creo que ni él tampoco se lo esperaba”.
La hija del Rey del Calipso recordó con una sonrisa que cuando era pequeña y vivían en una casita de madera, su papá se enojaba cuando entraban a la casa haciendo ruido mientras él grababa sus casetes: “Se levantaba furioso y nos sacaba de la casa ¡Eso lo molestaba muchísimo!”.
Premio de Patrimonio Cultural Inmaterial Emilia Prieto Tugores 2017
Le fue otorgado a Walter Gavitt Ferguson Byfield porque “su importante obra se caracteriza por reivindicar la cultura afrocostarricense mediante la maestría de su composición, interpretación y transmisión musical en la que destaca su creatividad y sensibilidad social, constituyéndose en un insigne narrador de los sentimientos e historias de su pueblo”, según reza el fallo del jurado.
Además porque en sus composiciones “vivifica y sensibiliza el inglés criollo limonense, idioma que caracteriza la cultura caribeña de nuestro país, que ha sido la vía para expresar la belleza de lo cotidiano, los saberes populares y los desafíos históricos de su región”.
Por último, porque “su trayectoria musical y cultural en el ámbito regional, nacional e internacional, es un referente de la cultura afro de la Costa Rica multiétnica y pluricultural”.
Su familia asegura que Ferguson no podrá visitar el Teatro Nacional de Costa Rica, el próximo 24 de abril, para recibir el Premio Nacional, junto con los demás galardonados. Sus condiciones de salud, sumado a asuntos familiares, imposibilitan cualquier probabilidad de asistencia. En todo caso, algún familiar tendrá el honor de subir el escenario a recibir la estatuilla y a celebrar, en medio de un mar de aplausos, el legado de toda una vida que Walter Ferguson le ha obsequiado los costarricenses y al mundo.
Producción - Oficina de Prensa y Comunicación - MCJ / Consecutivo 127 / FEM / 19-04-2018